martes, 23 de junio de 2009

Tres Décadas



Abrí los ojos y sentí la brisa sobre mi rostro. El aroma a tierra mojada enamoraba mi olfato y un sauce llorón yacía enfrente de mis ojos con sus hojas regadas por doquier. Algunas amarillas, otras anaranjadas. Fue entonces que me percaté que era otoño.

Me quedé unos minutos fascinado por tal belleza, analizando el paisaje que tenía enfrente de mí. El árbol, de un aspecto peculiar parecía bastante viejo, nunca había visto un sauce llorón sin hojas lo cual me hizo acercarme para visualizarlo mejor.

Caminé 14 pasos y así mis ojos pudieron apreciar unas ligeras marcas sobre el tronco de ese árbol. Di tres pasos más y comprobé que aquellas marcas eran unas iniciales: “A & A”. Tales encerradas en lo que parecía ser un cielo, por las estrellas y las nubes.

Deslicé mis dedos sobre el tronco dibujando aquel misterio. Una ráfaga de viento desordenó todas las hojas que estaban bajo mis pies dejando en evidencia una vieja navaja. La observé curioso y de inmediato la levanté. Soplé para quitar el exceso de tierra y casi inconscientemente comencé a remarcar con potencia las iniciales.

Después de casi 40 minutos dejé caer la navaja al piso, observé el tronco y besé sobre aquel grabado.

Retrocedí unos pasos y miré hacia el cielo. La primera estrella estaba pintada sobre el cosmos, la luna me sonreía y el sol decía adiós.

De pronto un frió congeló mi cuerpo y decidí guarecerme en una cabaña que se encontraba a mis espaldas. Entré y me llegó un aroma a lasagna y vino tinto. Me dirigí hacia la estancia y ahí estabas. Sentado en un banco viejo, con las manos sobre una mesa de madera y los dedos entrelazados. La luz tenue de la vela del centro delineaba tu aún perfecto rostro.

De inmediato me sentí seguro y feliz. Me senté enfrente de ti, besé tu mano, tomé la copa de vino y bebí un sorbo. Te dediqué una mirada sincera y comenzamos a cenar.

Al término de tan exquisito manjar, tomé tu mano y te conduje hacia el balcón. El cielo presumía sus más bellas joyas. Entonces te abracé por la cintura y susurre a tu oído “por siempre”. Te volviste. Me miraste con tus ojos de esmeralda y suspiraste “para siempre”.

Mi rostro dibujó una sonrisa de satisfacción al mismo tiempo que te besaba en los labios. Escuchábamos las sinfonías de los grillos y así nos perdimos en nuestras miradas.

De pronto observaste el sauce y dijiste “¿recuerdas cuando comenzamos a volar. Cuando sellamos nuestro amor sembrando aquel hermoso árbol?” y contesté “cómo olvidar aquel momento”. Soltaste una risita burlona y me abrazaste fuertemente.

“Todos nuestros sueños, alegrías, tristezas, logros, fracasos. Toda una vida ya contigo, y aún me queda el deseo de vivir más. A tu lado. Juntos”. Me soltaste y fuiste por aquella maseta. Tomaste dos palas y saliste de la cabaña.

Yo te copié. Tomé una pala y comenzamos a escavar. Teníamos que hacer un agujero de dos metros de profundidad.

Terminado el hoyo, tomamos el joven sauce llorón y lo colocamos cuidadosamente dentro de la abertura. Lo cubrimos de tierra y le rociaste el elixir vital.

“¡Listo!” dijiste triunfante. “He aquí otra semilla de nuestro amor, que florecerá con la felicidad de nuestras vidas” y después de un segundo, soltaste un suspiro.

La noche se hacia mas fría, así que entramos a la cabaña para seguir disfrutando de la velada. Entre vino, carcajadas y memorias, terminamos acostados a un lado de la chimenea. Ya era media noche. Te levantaste de un brinco y dijiste “tengo algo que mostrarte cielo”. Comenzaste a buscar entre un viejo baúl que estaba al otro extremo de la chimenea, bajo la ventana. De ahí sacaste algo semejante a un libro. Me miraste y con una sonrisa te dirigiste hacia mí. “Mira… ábrelo” dijiste.

Entonces tomé aquel objeto. Lo abrí y me di cuenta que era un álbum de fotos. Tenía una hoja que decía “Y con una mirada comenzamos a volar”. Al ir pasando hoja por hoja y viviendo cada recuerdo que las fotografías me regalaban, dos lágrimas se escaparon de mis ojos y paralelamente se deslizaron por ambas mejillas.

Había tantas fotografías. Cada una contaba una historia… nuestra vida. Entonces mis lágrimas cayeron sobre una imagen muy especial. Estábamos los dos abrazados irradiando felicidad, a un lado de un pequeño sauce llorón. La fotografía se veía vieja, de unos treinta años. Tu mano rozó la mía y me besaste en la cara. Me viste con esos ojos que hacia tres décadas habían conquistado mi sombra. “Gracias cielo, por estos treinta otoños” murmuraste.

Lancé un suspiro delatando mi llanto y con tus dedos limpiaste mis lágrimas. Con tu cálido beso callaste mi sollozo. Recuerdo que te abracé tan fuerte que me dolieron mis brazos y así permanecimos hasta el amanecer.

Abrí los ojos y sentí la brisa húmeda sobre mi rostro, el aroma a tierra mojada penetraba mis sentidos y tres sauces llorones yacían enfrente de mis ojos. Sus hojas estaban tiradas por doquier. Algunas amarillas, otras anaranjadas. En entonces con una risa musité “otoño”.

3 comentarios:

  1. :o
    Sonará raro pero estuve a punto de sacar la lagrimita, jejejeje.
    Es que al ir leyendo recordé tres etapas de mi vida [aunque no 3 décadas, jeje], desde el sauce... recordé cuando en la secundaria me salía de clases y a veces iba a un árbol todo viejo a sentarme con una amiga; el otoño, mi estación favorita, waaa... cuando me iba a la parada del bus y sin querer las hojas del otoño me llevaron a otro camino que yo no conocía hasta ese momento y que de ahí en adelante lo tomé por 2 años; y otra... jajajaa... pero esa si no la digo.
    ¡Me encantó el principio y más el final!
    Sería genial compartir con alguien tu vida y que un álbum te haga recordar aquellos bellos momentos.
    ^^

    ResponderEliminar
  2. Hola!
    Gracias por tu comentario!... he leido esta entrada y me gustó muchísimo... espero visitar tu blog con frecuencia para leer lo que hayas escrito antes ^^...
    Saludos!...

    ResponderEliminar
  3. ¿Recuerdas cuando comenzamos a volar?
    4 meses desde que leí esto por primera vez, y todo lo que ha seguido creciendo me hace sentir como si hubieran pasado 3 décadas.

    Me gusta ver los cambios que han pasado en este tiempo.
    Las personas pueden cambiar pero no los sentimientos...

    Hay que seguir marcando con fotos las diferentes etapas que van transcurriendo en nuestras vidas...

    Y mientras seguimos avanzando, no olvidar lo que en verdad amamos.

    :]

    ResponderEliminar